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El sufrimiento se vence sólo con la fuerza del AMOR

Seguramente, cuando ves las noticias en la televisión te preguntas muchas veces qué pasa, por qué hay tanto mal en el mundo, por qué hay tanta gente que hace sufrir a los demás, que mata, que fabrica armas destructivas, que no respeta la dignidad de la mujer y la usa como simple objeto de placer, que no respeta el misterio de la infancia, que abusa de su poder. La respuesta a éstos porqués la encontramos en un problema de fondo: la crueldad del hombre es consecuencia de una ruptura del hombre con Dios. El pecado no es un problema más de la humanidad, sino el problema, el verdadero problema de fondo que altera el plan de Dios para el hombre, es la traición a Dios.

Y la raíz de este pecado es la rebelión del hombre contra Dios.

El pecado es siempre en el fondo, una traición a Dios, no es otra cosa.

Nosotros, amigos íntimos de Jesucristo que ha muerto por nosotros en la cruz para darnos la vida eterna, lo traicionamos. Y los más perjudicados con esta traición somos nosotros mismos que rompemos un plan de amor y felicidad que Dios ha diseñado para nosotros. Esta es la verdadera dimensión del pecado: preferimos el amor a nosotros mismos por encima del amor de Dios, construimos nuestro proyecto de vida al margen del proyecto de Dios. Y así, los primeros perjudicados somos nosotros.

Ante el pecado no hay que reaccionar con desesperación: "Yo no puedo", "Siempre caigo en lo mismo", sino con gran humildad. Cuando ves el pecado como algo que enturbia la maravillosa imagen que tienes de ti mismo, el pecado produce amargura y desesperación, pero cuando ves el pecado como una ofensa dolorosa a un Padre que siempre está dispuesto a amarte, el pecado se convierte en una ocasión de crecimiento en el amor a través del arrepentimiento sincero y confiado.

¿ Y tu qué debes hacer?

Muy sencillo, confía en Dios. La debilidad tiene su aspecto positivo: gracias a ella nos damos cuenta de que necesitamos de Dios y de los demás. Gracias a ella nos convertimos en seres necesarios para los demás. Gracias a ella nos hacemos realistas y ponemos nuestra esperanza en el único que es, de verdad, la garantía de nuestra esperanza: Dios. Jesucristo ha vencido al pecado para ti, para que acudas a Él en tu debilidad. Jesucristo ha vencido al pecado para que de la amistad con Él nazca en ti un "hombre nuevo" que vence el mal con el bien.

"Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; un espíritu firme dentro de mí renueva."